Como pasa en la mayoría de los grandes logros sucedidos en
el campo de la genética, el descubrimiento del ADN no se debe a una única
persona, sino a muchas y en distintos momentos. Y esto es así porque el grado
de aproximación a la cuestión ha sido –y es– cada vez mayor. Así, por ejemplo,
en el siglo XIX sólo se podía observar el ADN de manera macroscópica mientras
que a mediados del siglo XX el uso de la cristalografía permitió dilucidar la
estructura de la molécula.
Por eso tenemos que hacer un repaso cronológico de la mano
de varios de estos científicos para entender cómo se produjo el descubrimiento
del ADN.
Para empezar, fue Friedrich Miescher, en1869, el primero en
conseguir aislar la materia contenida en el interior del núcleo celular a
partir de pus encontrada en vendas quirúrgicas. Por entonces este material
carecía de nombre y, dado su origen, el médico suizo decidió llamarle nucleína.
Unos años después, en 1889, un discípulo de Miescher llamado Richard Altmann
consiguió eliminar las proteínas de la nucleína obteniendo una sustancia de
carácter ácido a la que llamó ácido nucleico.
Más tarde, ya en el siglo XX –más concretamente en el año
1914–, Robert Feulgen desarrolló un método que le permitió teñir el ADN y darse
cuenta de que estaba presente en todas las células que trató. En esa misma
década –en 1919– el bioquímico Phoebus Levene fue el descubridor de la
estructura primaria del ADN. Es decir, éste fue el encargado de ver que la
molécula estaba formada por la unión de varias subunidades compuestas siempre
por una base nitrogenada (adenina, guanina, timina y citosina), un azúcar y un
grupo fosfato.
En 1946 un bioquímico checo llamado Chargaff estableció el
que es hoy en día conocido como Principio
de complementariedad de las bases que consistía es establecer una igualdad
entre el número de bases de adenina y timina, por un lado, y de citosina y
guanina, por otro. Este descubrimiento fue fundamental a la hora de establecer,
pocos años después, la estructura tridimensional de la molécula de ADN.
Pero, sin duda, si hay un periodo de gloria para el despegue
del ADN como molécula fundamental en la célula, ése es el sucedido entre los
años 1944 y 1953. En primer lugar, los científicos Oswald Avery, Colin MacLeod
y Maclyn McCarty determinaron que el ADN era la molécula a la que habían
llamado “factor transformante”, encargada de transferir unas características
determinadas de una cepa bacteriana a otra. Después fueron Alfred Hershey y
Martha Chase, en 1952, quienes terminaron por demostrar, gracias a un famoso
experimento llevado a cabo con un fago, que en el ADN se hallaba la base
molecular de la herencia. Tradicionalmente, se considera este momento como el
del nacimiento de la genética molecular. Por último, en 1953, experimentos de Rosalind
Franklin, Maurice Wilkins, James Watson y Francis Crick permitieron establecer el
modelo de doble hélice para explicar la estructura tridimensional de la
molécula de ADN.
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