De manera general, decimos que la clonación es la técnica
por la que, mediante un proceso de reproducción asexual, generamos células o
individuos con idéntica carga génica que otro al que tomamos como modelo.
Cuando se trata de organismos unicelulares, como las
bacterias, el proceso es muy sencillo porque se limita a generar copias
aprovechando el propio mecanismo de bipartición celular, que es la manera por
la que estos microorganismo se reproducen habitualmente. Así, a partir de una
célula que podríamos llamar madre,
tras la bipartición tendremos dos células hijas con idéntico ADN. Como puede
deducirse, al cabo de varios procesos de división lo que tendremos será una
colonia celular con un número alto de individuos (bacterias) clones de la
célula madre.
Si de lo que hablamos es de organismos pluricelulares, cabría
hacer una distinción entre la clonación realizada en organismos vegetales y la
llevada a cabo en organismos animales. En el primero de los casos, hay que
advertir que la clonación de plantas lleva realizándose durante siglos mediante
técnicas como la del injerto o la colocación en capas. Además de éstas, en la
actualidad se utilizan otras técnicas de clonación en el laboratorio mediante
la manipulación de cultivos celulares conocidas como micropropagación. En ella,
los explantes obtenidos de una planta madre se colocan en medios de cultivo
adecuados dando lugar a la presencia de una masa celular indiferenciada conocida
como callo, que va a dar lugar, variando el balance hormonal del medio, a
plantas completas.
Con organismos animales, la clonación es bastante más
complicada y podemos decir que existen, básicamente, dos formas de obtener
clones. La primera consiste en imitar lo que pasa en el proceso de gestación de
gemelos monocigóticos. En este caso lo que se produce es una fecundación única
de un óvulo por un espermatozoide, pero que, antes de que continúe con su
proceso de maduración el embrión, éste se divide, sin saber muy bien por qué,
para dar lugar a dos individuos genéticamente idénticos. Como decimos, este
proceso se puede imitar en el laboratorio y separar a las células producidas
tras la fecundación cuando cada una de ellas todavía posee la capacidad de
producir un organismo completo de manera independiente. Es decir, cuando el
embrión se ha dividido sólo dos o tres veces (produciendo cuatro u ocho
células, respectivamente). Esta técnica presenta como principal inconveniente
que sólo puede ser llevada a cabo en un momento muy concreto del desarrollo
embrionario.
La segunda de las formas de clonación de organismos
animales, y la utilizada de manera general en investigación, es la técnica
conocida como clonación por transferencia nuclear. En este caso lo que se hace
es extraer el núcleo de una célula adulta somática e introducirlo en un óvulo
al que previamente se le ha desprovisto de núcleo. No hay que olvidar que las
células animales –al igual que las vegetales– son células eucariotas; es decir,
que poseen un núcleo diferenciado en cuyo interior se encuentra su ADN. Así, al
transferir el núcleo de la célula adulta al ovulo enucleado (sin núcleo), a
efectos prácticos, lo que estaremos haciendo será “crear” un embrión en el que
todo el material genético ha sido aportado por una única célula. Por último,
este embrión será colocado en el útero del animal que actuará como madre, dando
lugar al desarrollo de un periodo de gestación con características idénticas a
si ese embrión hubiera sido el resultado de la unión de un óvulo y un
espermatozoide. El resultado será el nacimiento de un animal con idéntico ADN
al del animal de cuya célula se tomó el núcleo para que fuera transferido al
óvulo sin núcleo. Esto es lo que se hizo por primera vez en 1997 para obtener a
la oveja Dolly y que después se ha reproducido con verdadero éxito con otros
animales como perros, caballos, monos e incluso toros de lidia.